domingo, 3 de octubre de 2010

Porque hace mucho tiempo...

No he almorzado. En su lugar he tomado un paquete de palomitas, dos yogures griegos con extra de azúcar, un tocino de cielo y un racimito de uvas.

Evidentemente, es domingo, otra semana más en la que llega ese día tan extraño, odiado por muchos y añorado por otros.

Para mí, tú eres como ese día, te odio, y otras tantas veces, te añoro. Tú fuiste cada uno de mis domingos, aquellos tan preciosos en los que nos teníamos que despedir en la Estación del Sur.

¡Cómo nos comíamos a besos! Y esas ocho horas pensando en ti en aquel infernal autobús.

Y ahora, sigues formando parte de mis domingos. Desgraciadamente, cada domingo dedico un tiempo a tus ojos marrones, otro tiempo a tu olor a mandarinas, otro poquito más a tus besos de terciopelo.

Cucharada a cucharada, voy recordando aquellos maravillosos momentos. Recuerdo cómo me mirabas, los dos tumbaditos en el césped. ¡Y aquellas horas en tu habitación! Nunca había sentido que un lugar fuera tan mío. Ese espacio de pocos metros cuadrados fue tan especial…

No puedo decir que los domingos sean horribles, antes no lo eran, y espero que algún día vuelvan a ser ese maravilloso día en el que mi corazón se sentía tan plenamente completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario