domingo, 21 de noviembre de 2010

El nacimiento de una estrella.

Hay días tristes, y otros días aún peores. Hay días emocionantes, con millones de aventuras. Hay días espeluznantes, donde a cada paso no puedes dejar de temer lo que haya atrás. Y también, días melancólicos, en los que te viene a la mente las estrellas que contemplaste ayer.

Quiero hablaros de esos días en los que, de la nada, ves ese brillo, dejándote ciego por un momento. Ese precioso día, en el que andando por la calle, una nueva estrella te ilumina, te daña la vista y te vuelve loco. Loco de amor.

Siempre andaba buscándola, recuerdo, ahora que la hallé. Siempre trataba de obligarme a verla, a descubrirla y, olvidar con ella las estrellas de un pasado. De nuevo, Cupido me la ha jugado, regalándomela cuando menos imaginé que llegaría.

Tú, posible estrella que me invitas a pensar, a viajar, a enloquecer, gracias.

No sé si algún día lograré alcanzar dicha estrella, enamorarla radicalmente. Por ahora, viajeros galácticos me enseñan sus métodos, pero todos me parecen ridículos.

Quizás lo más fácil sería ser yo mismo, armarme de valor y contarte las mil y una cosas que podría llegar a pasar… o tal vez no.

Solo el tiempo lo dirá.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Transmigración otoñal.

¿Que por qué escribo tanto últimamente? Será que estamos en mitad de la estación donde las musas recorren las manos de los escritores, bailan para los ojos de los pintores y cantan a los oídos de los músicos.

Será que estamos en pleno otoño, esa estación en la que todos nos desprendemos de nuestras capas antiguas, teñidas de colores marrones, para intentar sacar una nueva faceta que nos venga mejor en las próximas estaciones.

Intento desprenderme de lo negativo mediante palabras, desprenderme de todo lo referente a tu persona, desprenderme del exterior y centrarme en el ‘‘yo’’. Luego, desde ese ‘‘yo’’ buscar las cosas relativamente importantes.

Para deshacerme de ello, hago las típicas acciones que hacen los malentendidos con el amor. Bailo debajo de la lluvia, sintiendo como cada gota me arranca la sensación de tus dedos en mi piel. Salto en los montones de hojas secas, para oír ese estupendo sonido que producen, olvidando las melodías que generabas tú. Observo los centelleantes relámpagos, y esas tormentas tan hermosas, y con su luz, intento borrar el rostro que guardan mis ojos de ti.

El otoño me ayuda, en cierto modo, a olvidarte, pero temo que después del invierno, llegue la primavera, reavivando todo lo olvidado, y haciéndome perder de nuevo la razón.

Perderla, incontroladamente, por ti.