domingo, 26 de junio de 2011

De ilusiones se vive.

Cuando era pequeño me dijeron que no me hiciera ilusiones, siempre esa frase. Yo, más tarde, decidí vivir de ellas.
Luego, descubrí que con ellas aprendía, que me enseñaban cosas que en los libros no aparecían.
También me hicieron daño, cuando, de repente, desaparecían dejándome solo.
Siempre volvían, incluso cuando ya creía que era imposible una nueva ilusión.
Y así vivo, viviendo una ilusión tras otra, y dispuesto a seguir así.
En mi naturaleza está vivir soñando, pero siempre con los pies firmes en el suelo.

La gran búsqueda.

Paisajes desérticos donde nadie parece sentir ni oír aquella hermosa voz del fondo. La gente está muda, nadie habla. Solo se oye esas melodías de un corazón roto.
Busco entre los viandantes algunos con muestras de oírla, con un gesto de estos espontáneos y naturales de sorpresa. La gente está sorda, nadie escucha.
-¿Seré el único capaz de oírla? ¿Acaso me estoy volviendo loco?
No puede ser posible, es verdadera, mágica y la siento, como muy pocas canciones me hicieron sentir.
Dándome por vencido, decido buscar de donde procede esa voz rota. Se oye por toda la ciudad. Sus notas llegan a cada rincón al que me traslado.
Esto es imposible, me digo. Poco a poco voy perdiendo la fe en ella. Debo de tener fiebre, me diagnostico.
Cansado, me limito a escuchar. Empiezo a escribir lo que me transmite, empiezo a pensar en ti. Tú, el amor, la fuerza que mueve el mundo, o, al menos, mi mundo.
Saco conclusiones, la voz me enamora, me hiela y a la vez me calienta hasta las extremidades. Entra por mi garganta como un chocolate caliente en invierno y recorre mi piel como una ducha fría en verano. Me da fuerzas.
Intento una última vez buscar a ese ángel. Ese mensajero del amor que intenta abrirnos los ojos. Quiero que el resto sienta la fuerza, sienta la pasión.
-¿Eres mi musa?
Cuando ya estoy apunto de desistir y darme por vencido, topo con él. Parece buscar algo, algo entre la gente.
Siento fuego en mi interior, mi estómago se achica y me hago pequeño.
¿Tú también la oyes? –me pregunta-. Sí… tú también la oyes –acaba afirmando.
Entonces la voz se apaga. Ya no se oye nada excepto los latidos exaltados de dos almas gemelas.

martes, 7 de junio de 2011

Y fueron muriendo los ángeles caídos:

Diluvio de emociones, todas desbordando mi ser.

Fuego ardiente, aire gélido, y agua congelada. El Apocalipsis que creaste va destruyéndome poco a poco.

¿Dónde está el Salvador? ¿Y ese ángel guerrero? ¿Dónde está ese amor capaz de calmar las temibles fuerzas de la naturaleza? ¿Dónde quedó lo nuestro?

Te busco entre medio de tanta destrucción, pero, a la vez, intento olvidarte.

Dejo que el fuego queme tus recuerdos, que el aire se lleve tus palabras y que el agua borre tus caricias.

Intento dejarme seducir por los diablos, olvidando lo mucho que sufro porque tú ya no estás aquí. Caigo en sus trampas y me permito devorar por sus alimañas. Es menos doloroso que enfrentarme a tu huida. Mis alas no tienen fuerzas para seguirte.

¿Será tarde para la salvación de mi mundo? ¿Tendré tiempo de volver a tus brazos?

En siete días se hizo el universo, en siete días te encontré para luego perderte. En siente días se destruyó nuestro mundo.

Siete… los días sin saber de ti.