sábado, 13 de noviembre de 2010

Transmigración otoñal.

¿Que por qué escribo tanto últimamente? Será que estamos en mitad de la estación donde las musas recorren las manos de los escritores, bailan para los ojos de los pintores y cantan a los oídos de los músicos.

Será que estamos en pleno otoño, esa estación en la que todos nos desprendemos de nuestras capas antiguas, teñidas de colores marrones, para intentar sacar una nueva faceta que nos venga mejor en las próximas estaciones.

Intento desprenderme de lo negativo mediante palabras, desprenderme de todo lo referente a tu persona, desprenderme del exterior y centrarme en el ‘‘yo’’. Luego, desde ese ‘‘yo’’ buscar las cosas relativamente importantes.

Para deshacerme de ello, hago las típicas acciones que hacen los malentendidos con el amor. Bailo debajo de la lluvia, sintiendo como cada gota me arranca la sensación de tus dedos en mi piel. Salto en los montones de hojas secas, para oír ese estupendo sonido que producen, olvidando las melodías que generabas tú. Observo los centelleantes relámpagos, y esas tormentas tan hermosas, y con su luz, intento borrar el rostro que guardan mis ojos de ti.

El otoño me ayuda, en cierto modo, a olvidarte, pero temo que después del invierno, llegue la primavera, reavivando todo lo olvidado, y haciéndome perder de nuevo la razón.

Perderla, incontroladamente, por ti.

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