sábado, 12 de noviembre de 2011

Capitán sin marineros.

Un niño grita mientras, con lágrimas en los ojos, busca a su madre.
Perdido. Sin rumbo entre una muchedumbre mecanizada. Nadie oye. Nadie le escucha. Las miradas de aquellos robots humanizados pero sin sentimientos están vacías.
Corre sin fin aparente, tan solo desea encontrar su hogar y sentirse arropado por los brazos amorosos de su ser querido...
Aquel niño ha crecido, ya es todo un adulto, sin embargo, se ha robotizado.
En sueños recuerda aquellas imágenes grabadas con clavos ardientes en su alma y al despertar siente aquella sensación de estar perdido en la existencia.
Camina, solo, entre criaturas disfrazadas.
Recuerda cuando no era más que un chiquillo y dejaba a su corazón controlar alocadamente cada milésima de su vida, y añora, con lágrimas de melancolía, aquellos momentos.
Ahora se encuentra ante la gran questión: dedicarse a proteger su corazón, a pesar de vivir sin sentimientos, o arriesgarlo todo y, posiblemente, acabar sufriendo, pero al menos, viviendo.
Confuso se va desprendiendo de capas mecánicas que lo envuelven.
Confuso agota su energías y sueña.
Sueña, vuela, sueña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario