martes, 28 de agosto de 2012

La Panacea Universal.

Blanco y negro, ausencia de otros colores y tonalidades, falta de alteraciones en una escala repetitiva, aburrida y simple.
No, no me refiero a esa simpleza acústica, obra de ''El Señor'', ese llamado Dios, que te nutre el alma, dándote de mamar de su armonía celestial, fruto de corridas de ángeles en un vano intento de reproducción.
Hablo de la simpleza destructiva, maltratadora de genios sin musas acompañantes, machacándolos hasta convertirlos en burdos barrenderos de su propia genialidad.
Hablo de esa monotonía asesina de héroes que, hartos de combates contra bestias inmundas y de salvar bellísimas doncellas y princesas engreídas, se cuelgan del árbol más cercano, sentenciando el final de sus existencias, deteniendo el ''tempo'' de sus latidos tras el nudo de la soga.
¿Cómo evitar sumergirme en un baño caliente, mejorándolo con sales aromáticas, a ritmo de una buena última canción, y con graves hemorragias provocadas intencionalmente en mis extremidades? ¿O cómo evitar caer dentro del saco de sueños rotos barridos por un idéntico yo frustrado, sin motivaciones, cansado de luchar?
He aquí la respuesta a nuestras incógnitas: .

2 comentarios:

  1. ¡Héctor! No sabía que te gustaba escribir y mucho menos que lo hicieras tan bien. Me encantó.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tus palabras, significan mucho ya que no suelo tener muchos lectores en mi blog! Seguimos en contacto, gaditana :)

    ResponderEliminar