Y cuando ya estés
listo para las piedras, alzando los brazos arriba, al ritmo de la multitud; y
cuando ya estés listo para la penitencia, juntando las manos, esposado por
espinas que te arrancarán la piel; y cuando ya estés listo para la muerte,
agachando la cabeza, cordero místico, cansado de tanta incomprensión.
En ese momento
llegaré yo, y cuando estés acabado, alzaré tu cuerpo, cuerpo podrido de un
moribundo que no supo luchar.
Recorreré los
cementerios, levantaré a tus hermanos, víctimas de poblaciones ineptas,
castigados por la estupidez humana.
Y me rodearé de
muertos que vivirán, despertando otros camaradas de ultratumba, iguales a
ellos, que murieron por las piedras, las llamas y las cruces.
Y juntos haremos un
nuevo mundo, el mundo de los muertos, gobernado por la melancolía de nuestros
versos y por la estridencia de nuestras melodías. ¡Cambiaremos el mundo, hueso
a hueso, seso a seso!
Y devoraremos a los
incompetentes, sentenciándolos al más agónico de los dolores. Rememoraremos el
intenso sufrimiento de nuestras lágrimas derramadas durante nuestro infierno, convirtiendo
nuestro edén en su más terrible pesadilla.
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