Corro y corro hasta
el aviso de un nuevo disparo. Deseo que llegue la penumbra, para poder
esconderme de esos individuos que me persiguen, sin yo llegar a comprender por
qué. Me protejo entre los matorrales, pero sé que sus fieras pronto me
encontrarán. Van acompañados de bestias sumisas, compañeras de mi raza, que
bajo los suculentos tratos de sus amos han caído.
Veo hermanos
heridos, pienso en sus crías, recién paridas, quién de ellas cuidará… Huyo y
huyo, antes he de pensar en mi existencia, en sobrevivir.
Oigo nuevos
disparos, se acercan a mí. Y entonces ocurre, me dan en una pata. Mis sentidos
notan la sangre caliente derramándose sobre mi piel. Mi cuerpo se asfixia, está
castigado y ya sé que no aguantaré mucho en el camino de la vida. Me escondo en
una cuevecita, y pido a mi madre la Naturaleza por mi salvación.
Se llaman
cazadores, ellos me arrebataron a mi padre cuando yo tan solo era una cría.
Rumores me han llegado de que somos una decoración exquisita, el trofeo del
humano, colgadas nuestras cabezas en sus salones, como trozos de piedra, como
un lienzo de muerte.
Ya están llegando,
ya están llegando…
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