Hoy puede que
conozcáis al verdadero, al que no se esconde tras cuentos, metáforas o
historias de terror. Ya no me apetece seguir divulgando fantasías, creadas en
momentos de extrema originalidad. Tan solo me apetece contaros la verdad.
He aquí la verdad,
los sueños están para romperse, y las ilusiones para perderlas. He aquí la
realidad, los amores, finalmente, se olvidan, y vienen otros, y se vuelven a
olvidar.
En lo último no he
sido totalmente transparente, hay algunos, muy raros, muy fugaces, que sí duran
para la posteridad, pero, lamentablemente, esos son los más ficticios.
Ahora estoy yo,
divagando entre cordura y locura, decidiendo cual camino escoger, si seguir por
el de ondulados movimientos, puro reflejo de los trigales de Van Gogh, o
continuar por el estable, fijo y seguro.
Y me planteo muchas
cosas, desde afeitarme la cabeza, hasta dejar de ser tan sentimental.
Y el fuego, tengo
que hablaros de las ígneas lenguas del infierno y de la pasión. En él me
recreo, me nutro y me asfixio, en las llamas temperamentales del amor.
Duele verte siempre
en el mismo rol, jugando siempre con las mismas cartas, de una baraja más que
trucada por el destino, pero, si así he de seguir, buscaré entre ellas,
dispuesto a encontrar la solución para dar fin a este juego repetitivo en el
que me hallo. Y pondré final a la partida.
Nada de
victimismos, soy un agraciado por la bendita mano de Cupido.
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