domingo, 28 de octubre de 2012

Casta Diva.


Las estrellas y el resto de astros y constelaciones giran a tu alrededor, oh, amada Reina. Ellas saltan, brillan y bailotean en el negro ocaso, intentando entretenerle mientras descansa sentada tras la ventana.
El pueblo la idolatra. Todos buscamos la forma de sacarle una sonrisa con los fuegos artificiales que  cada noche hacemos estallar para que iluminen de colores el  anochecer en su honor. Y todos gritamos: ¡Viva nuestra Señora! ¡Amada es nuestra Dona!
¿Qué le ocurre, Diva del Mundo? ¿Quién le arrebató la alegría de vivir y la dejó sumida en la cárcel de penitencia y dolor en la que ahora, melancólica, se halla?
Las rosas y lirios adornan su jardín y los conejos y ardillas corretean para el júbilo de su Majestad. La creación fue tan solo el regalo que Dios, maravillado al verla, creó inspirado por su bellísima voz y su bel canto.
¿Quién le ha robado las flores, despojándola del aroma y la fragancia que éstas creaban para vos? ¿Cuándo volveremos a oír en el palacio los sublimes sonidos de su cantar y no los despedazadores quejidos de su llorar?
Oh, Casta Diva, no nos deje caer en la desesperación y libérenos  de este profundo pesar que su pueblo sufre al verla desfallecer.
Oh, Casta Diva, no cometa la aberración de realizar el mayor atentado que la libertad divina nos ha otorgado. No abandone su cuerpo… ¡qué éste no sea corrompido por los gusanos que no merecen tocar su blanca piel!
Despierte, Princesa de ensueño, y descubra cuan fantástico el mundo es.

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